lunes, 3 de noviembre de 2014

La llamada

Después de aquella noche inesperada
em que tuve el placer de conocerte,
casi siempre en mis horas desveladas
soñaba cuándo volvería a verte.

No podía yo buscarte. Pensaba
que la llamada de los sentimientos
de la razón no puede ser esclava,
como es de la distancia y de los vientos.

Ansiosamente pasaba los días,
y mi existencia trémula seguía
soñando terca con que ya me amaras.

Anhelaba yo que, secretamente,
te llegara el aullido de mi mente,
hasta que un día (¡que es hoy!) me llamaras.

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