Casi amanece.
Tu rostro es una rosa en un jardín aún en sombras,
y estoy mirándolo.
Respiras ese aire ajeno a mí,
aire de gaviota que se distrae en la hondura del mar.
En la almohada viertes mi ansiedad de despertarte,
más tu expresión me dice
que dormirás aún por mucho tiempo.
Y luego te volteas
y ya no sé cuáles lastres has arrojado de tu vuelo.
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