Te atesoro en mis
pensamientos
como el objeto
comprometedor de un hurto
guardado en el bolsillo.
Ciertamente,
eres mi gran pecado, mi
falta de moral;
pero, aquí lo confieso:
amo tu cuerpo voluptuoso,
esos clamores susurrantes
que me llegan
cuando te vuelves un
animal en celo
mientras yo pierdo la razón y la
conciencia.