viernes, 29 de agosto de 2014

El emplazado


Buscan acometer contra la mole
de mi feudo muy bien amurallado.
Las ansias del pillaje y la piel tersa
de nuestra reina tientan sus deseos.

Así mismo, vencer la testaruda
negación a los ímpetus tiranos,
pues odian que los simios, en las ramas,
contra el león regente satiricen.  

Me advertirán en vano sus palabras:
«He aquí el hombre que vino a desplazarte»,
señalándome un pobre desdichado
a quien acucian hambre y mil demonios.

Les digo a los que buscan intimarme:
«el hombre que trajeron soy yo mismo,
que vino aquella vez, cuando creyó
que era, del que fue, su reemplazante».

martes, 19 de agosto de 2014

La calle de mi niño


Desplazado por una calle rutinaria,
ni ladridos de perros furiosos tras las verjas
logran interrumpir
la placidez de su paseo.

Camina como si nunca
fuese a conocer las calles oscuras,
las calles implacables
infestadas de prostitutas y borrachos.

La risa pelirroja también se encuentra ahí,
a media cuadra de la bocacalle,
sobre la misma acera, 
para insistir en la coloración de los sucesos.

No intuye el niño que la calle
dejará de ser suya para ser solo mía.
No sabe que las cosas
fijas en sus lugares: el asfalto,
los cables atestados, las verjas
exageradamente altas,
son entes semiahogados por el tiempo
tratando, sin embargo,
de salvar a mi niño del olvido.