jueves, 15 de agosto de 2013

Mi flor perenne

Mi bella flor de adversas estaciones

y del jardín de la sombría aurora,
cuando la duda del futuro aflora
y no advierte mi espíritu sus dones.

Tu esencia se derrama a borbotones
mientras su eternidad el alma añora,
y tu fuego de musa seductora
reaviva las agónicas canciones.

Eres siempre recóndita conciencia
de sentir que la antigua convivencia
sólo perdura por tu afán sincero.

Y eres un sol con ímpetu que alumbra
mi constante caer en la penumbra
de esa forma de muerte donde muero.

miércoles, 14 de agosto de 2013

El paseo

Al invitarla a nuestro prometido paseo atenazó mi brazo como una ciega —sus despliegues me hacían sonreír—. Me alegraba que nuestro amor hiciera de la tarde y las nubes sublime beatitud. ¡Cómo admiraba yo las golondrinas que estallaban de sus ojos!

Ondulante en la luz del latente crepúsculo, descifraba al manto de la brisa sinónimos de suaves remolinos del diálogo, mientras mirábamos el sol cayéndose como si el mundo fuese a acabarse esa noche —¡qué profusión de cielos y qué conjura de eternidad!

La tarde olía a vírgenes praderas, a senos palpitantes, desbocados suspiros, a viejas esperanzas de victorias, a hábito y hallazgo, la tarde olía a que siempre me amó.
Complacido sentía a mi alma girar, y yo la dejaba en su órbita con emoción verter sus mil anécdotas, mientras la luna iba niquelando, como a mi espíritu, su risa; y la tarde, apagando sus temblores.

Entonces, ay, de su volar sabueso, el pájaro de eternas alas descendió para advertir triunfante: "La vida te dará, no siempre, la gloria de tenerla", en tanto iba —infame predador de los momentos— nutriéndose de la serena dicha que emanábamos.