jueves, 28 de febrero de 2019

Llamado a los príncipes

¡Príncipes de la tierra, 
amos de nuestras existencias:
os habla vuestro fiel admirador.
Escuchad mi proclama:

Seguid creando las feroces guerras,
provocando las muertes inocentes
con vuestras frías bombas sanguinarias.

Seguid saciando vuestra sed de sangre,
obedeciendo atávicos impulsos
de vuestra voluntad de poderío.

Rubricad con traiciones presagiadas
vuestros pomposos tratados de paz.
Mostradnoos por siempre
la fría realidad de la existencia.

Príncipes de la historia,
opresores demócratas,
dictadores corruptos,
imperialistas arrogantes,
emperadores sátrapas,
caciques de las tribus nómadas,
jefes de los emporios financieros,
pandilleros urbanos...,

proseguid la hierática misión.
Calculad fríamente
el cúmulo de muertes necesarias
para la sumisión de vastos reinos.

Mortales fieras,
astutos carniceros de la tierra:
proseguid vuestro noble quehacer
de refinar la cacería.

Mostradnoos por siempre
la bella imagen del siervo ensangrentado!




martes, 26 de febrero de 2019

Temor a la tempestad


A Roxanne Aristy

Al ceder la sequía,
luego de que las nubes se van precipitando,
me traes la visión serena de la sed con el canto del viento:
la certidumbre de encontrar el límite sutil
donde el hastío da lugar a la emoción;
el polvo, al agua; la prosa, a la poesía.
Y entonces puedo componer los versos que te inventan
en una cita furtiva en la ciudad de Buenos Aires
para amar la riqueza de tu espíritu y tu cuerpo femenino.

Insoportable a veces me resulta
(aunque mantengo leales todos mis sueños de este mundo)
observar el crimen del tiempo,
vivir en el silencio obligatorio de la noche vacía,
entregado a los ásperos recuerdos carentes de ti,
mientras las rosas de la vida abren sus pétalos hirientes
en susurros que estremecen.
Estoy confuso, como quien va encontrando las hebras del olvido
pero no quiere desprenderse de la lealtad a su recuerdo.
Confuso, porque quizás un hombre estuvo amándote
cuando yo desesperaba pensando en conquistarte.

Abandonar el claustro de tu amor me mejora:
espero que la luna retorne a difundir su eternidad
sobre nuestras falsas metas, antes de despertarnos
y sentir que la soledad se ha callado para siempre.
En mis visiones trasnochadas recupero la canción
de los que aman sus cenizas. Y sin saberlo, tú me sonríes.
Fallé en llegar a ti a su debido tiempo, cuando el mundo bailaba
y tú visitabas las noches bohemias disfrazada de borracha.
Pero, ¿cómo podía saber yo de tu empatía hacia mi alma?;
¿cómo, saber del amor que te inspiraba imaginarme?
Yo solo era un hombre sin figura y sin rostro,
alguien que para ti no era todavía.
Desde mi ventana ya no veo coches ni gente;
solo, un peregrino mendigando
las vivencias que nunca fueron pero sabe que lo habitan.

¿Has visto alguna vez caer la lluvia
sobre la tierra cuarteada en la sequía
y en la mesa enfriándose el té?
¿Has oído esa misma lluvia desde tu cama tibia,
mientras soñabas que alguien, llegando a tu soledad,
ocupaba ese espacio que tanteabas como una amante ciega?
¡Ah, si yo pudiese arrancar las pieles del tiempo y encontrarte
con esa mirada que trasmite la dicha que pude haber disfrutado!
¡Ah, si yo hubiese disipado la neblina de la calle
que conducía a tus brazos y a tus charlas mágicas!
¡Ah, si yo tan solo me hubiera derramado a mi destino!

El mundo es para los conquistadores, para los locos
que vierten en hazañas las ansias de sus corazones,
y yo solo soy el del cuarto solitario, el hombre taciturno.
Hoy me consuela amarte como a la musa
que inspiran estos versos en mi corazón vacío.
No soy lo que hubiera querido ser: el que atravesó océanos
para acostarse a tu lado con el sosiego de no haberte perdido.
En tal certeza, ahora puedes saber que no me abruma la sequía
sino las gotas aceradas de la tempestad que puede caer sobre nosotros.

jueves, 7 de febrero de 2019

Alter ego


Mis dedos se entumecen en la noche tardía,
encuentro la aceituna
en el fondo del refrigerador,
Pablo escribía bajo el cielo matinal
(recuerdo una fotografía suya
tomada en Isla Negra),
mi cuarto está desierto, aunque yo soy un hombre
que desea morir de pie
frente a la muchedumbre.

Recuerdo poco mis historias aberrantes:
los muertos que dormían a mi lado,
mi casa construida por mí mismo
en largos doce años,
mi ridícula ambición de ser músico
sin poseer oído,
mi más ridícula ambición
de dominar a mi mujer con sexo.

Empiezo a verme como una necrópolis
de tumbas anónimas, y advertir
detalles de ornamentos, ángeles orinando,
altas cruces, cipreses, cofradías de seres nunca vistos.

Días tras días,
meses tras meses,
años tras años,
voy engendrando mundos que jamás viviré.

lunes, 4 de febrero de 2019

El bajo vuelo


El doliente trastorno que puede padecer un pájaro
es persistir de rama en rama
como única manera de locomoción,
aunque a veces también lo logre
sobre las ancas de un rinoceronte.

Remos las alas lucha en la deriva,
y soporta a duras penas
los furiosos puñales de las ráfagas
que deciden la suerte de los altos vuelos.

Sufre el temor de las tardías migraciones,
la impenitente búsqueda del orto,
de las quimeras ancestrales de la especie.
Sufre la exposición al riesgo
y la eventualidad de la derrota.

Los dioses pájaros llaman de las alturas,
desde las frías cumbres del instinto,
cumbre difícil de alcanzar sin alas ancestrales
templadas en violentos ventarrones.

Ciertos pájaros tiemblan amarrados al miedo:
se esconden en las cuevas del follaje,
en la fornicación a toda hora;
y se mueven grotescos con sus saltos de rana,
sometidos al ámbito del suelo
cual monjes a sus fes suicidas.