miércoles, 17 de agosto de 2022

La construcción del muro

    “¡Basta ya! La palabra es un ladrillo. ¿Me oísteis?” León Felipe.


Mañana alcanzarás en el empeño 
de levantar el imponente muro,
más allá de los límites del sueño,
la visión del edénico futuro,                   

armonizando arpegios de guitarra,
trinando sobre rígidos esquemas,
liberado de injurias, de anatemas,
y del trato vulgar que te desgarra.

Ágilmente, la plástica argamasa,
irá creciendo hasta encender la umbría
hora del dios que niega simpatía
al hacedor de la estructura y masa;

al mortal noble que jamás se atrasa
en elevar su ofrenda escrupulosa,
pese a que sea escasa y azarosa,
en el sediento páramo la caza.

Cuando con suma rapidez, el muro
se eleve hasta la altura no esperada
por los fracasos, ganarás el puro
aire de libertad y gloria alada;

y hollarás desde lo alto la gregaria
y gris costumbre del insecto humano:
la socarronería del cristiano
y el petulante idealismo paria.

¡Basta! En la infancia, malicioso daño
haz recibido de los monasterios,
con sus odiosas loas al rebaño,
que hoy prefieres las dudas, los misterios.

Te han dicho que la mole construida,
por causa de impensados accidentes
propiciados por traicioneras gentes,
puede ceder cimiento y ser destruida;

y en ese caso, el corazón y todo
el esfuerzo: tesón, brío y coraje,
se hundirán en el repugnante lodo
del imposible orden que lo ataje.

Es una posibilidad muy fuerte,
pues no desconocemos lo siniestros
que son los enemigos, y cuán diestros
se muestran en aniquilar la suerte

del hombre luchador, del paradigma
en levantar el firme y elevado
muro; mas, no te sientas abrumado,
porque tu voluntad guarda su estigma.

No eres ajeno a las dificultades
que presenta la construcción de muros,
pues cada quien expone sus oscuros
análisis y mil contrariedades.

Mas, pese a la amenaza de los males,
la obra que principias a entrever,
no podrán los demonios detener,
aunque antepongan armas demenciales.

Dejarás, en extremo, tus jardines:
la poda del rosal policromado
y de aquel crisantemo descuidado,
pues son en tu labor futuros fines.

Seguirás trabajando con la piedra,
exento del espíritu remiso,
con firme y duradero compromiso,
como el tesón de la sufrida hiedra.

Y con finas molduras de acabado
tu trabajo darás por concluido,
tu esfuerzo inagotable por pagado,
y tu existir contento por vivido.

Y cada mano tuya que levanta
un ladrillo, reviste la manera
de requerirle a Dios y a la Quimera
el grito triunfador de tu garganta.



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