sábado, 6 de agosto de 2022

Profecía


Siempre tendremos los lugares cósmicos
para saciar la sed de sangre.

Planetas solitarios, asteroides remotos,
duros, inatmosféricos
—como el mezquino corazón humano—,
vertiginosos astros, fulgurantes
teatros en galaxias invisibles,
heroicos campos de batallas.
Motivos para las conflagraciones,
jamás en la existencia faltarán.

¡Ah, qué azul amplitud del universo
para naves de guerra tan escasas!
¡Qué surcos fértiles, qué historias fascinantes,
para los versos refulgentes
de épicos poetas!

En el planeta equis equis uno
de la galaxia zeta dos
se disputa una guerra encarnizada
por el dominio de fecundos territorios,
mientras resisten en la madre tierra
viejos llantos, penosas agonías
y tristes corazones,
sobre las muertas hierbas.

El guerrero de aquí
ya no será el hermano
del guerrero de allá,
porque miríadas de ideales estrellas
con luces esplendentes,
las huellas de viajeros sin retorno
que cruzaron la línea para siempre,
por siempre borrarán.

Y los hombres de aquí
y los hombres de allá,
cada cual con sus armas tecnológicas,
en orgías de sangre
sus bélicos instintos saciarán.

¡Ah, qué vasto es el mar
para tan pocas y frágiles piraguas!

¡Qué insignes guerras esperan todavía
al indestructible destino humano!