Soporto la
distancia hasta tus brazos,
esta
llovizna persistente, como
lágrimas
que caen en un lugar aparte,
lejos de nuestra
magnitud.
Oigo el
gorjeo del perdido pájaro,
mientras escapas
de la habitación sombría
(de los recuerdos
nítidos),
como yo aquí,
de la muda tristeza de la gente.
de la muda tristeza de la gente.
Hoy somos una
célula partiéndose
en el
líquido amniótico del tiempo.
Muriéndome
sin ti en el plasma distante,
persisto
todavía en la inquietud estéril,
en el
impulso atávico de ver desde tus ojos,
y pujar por
la vida
al ritmo
de tu corazón.
Persisto,
pues no existe
ninguna atroz
distancia
que rebaje mi convicción
por el
amor acumulado.
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