de la noche la puta soledad,
y azorado escuché en la inmensidad
del alma su pavor, su acento frío;
si la mudez de la infinita nada
en el hondo desánimo detiene
su aroma sostenido, que contiene
sólo angustia y razón encadenada...,
me arrancaré la insoportable piel
para abrazar, sangriento y sentenciado,
al destino con carne ya desnuda,
para beber mi amarga y propia hiel,
y hundir todo mi sueño domeñado
en la indolencia de su alcoba muda.
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