jueves, 22 de septiembre de 2022

Tu ausencia cotidiana


En tu ausencia diaria, la casa es una triste pajarera,
donde los pájaros parecen dormitar,
con sus alegres melodías, bajo las alas.
La habitación ya no es tuya ni mía. Ya no es el nido.

Tu ausencia circunscribe mi costumbre
al duro combatirme en el lenguaje, donde
pone alambradas en mis campos isotópicos,
y mi boca se inunda de blasfemias contra el mutismo.

Cuando te vas, te llevas los cuadros, el azúcar del café,
un ojo de mi cara (el otro espera la hoguera del crepúsculo).
Cuando te vas, me dejas amputado en el desierto de la cama;
se secan mis raíces por ti regadas en la noche.

Cuando te vas, me dejas mucho menos
de la mitad de nuestra dicha. Y al decirme tu adiós cada mañana,
escucho hablar a las paredes: «en ti, contigo». Y una lluvia de sombra
empapa y oscurece mi voluntad arrinconada.

A tu vuelta repones cuerpo y alma, la persona quien soy,
la risa que llevaste, el hueco entre tus brazos, mi piel, mi rostro,
y puedo ser de nuevo en esta noche el pájaro dichoso
que esperará mañana en otra cotidiana soledad.


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