miércoles, 24 de abril de 2019

La poesía como plan de vida


Ciertamente, la poesía puede ser encarada como una actividad humana de varias maneras, quizás tantas como personas lo practiquen. Desde los que plantean la actividad poética como una recreación del espíritu hasta los que están firmemente comprometidos con la búsqueda del conocimiento de la realidad; y, lo que no escapa a las ondas expansivas de esa búsqueda real: la interioridad del ser.

Escribir poesía como un pasatiempo, como un medio para profundizar las relaciones sociales, o para crearse una especie de miembro de alguna comunidad intelectual, demuestra solo una sospechosa conducta de irresponsabilidad existencial.
Sabemos que la búsqueda del poema (la creación que se manifiesta fiel a los principios éticos íntimos), es una búsqueda difícil, sacrificada, casi como un vía crucis: exige dedicación comprometida, ya que el poeta adherido a esta forma de visión de la realidad debe apelar a los oscuros mecanismos psicológicos, a la hondura de la sabiduría filosofal, debe lidiar con el subconsciente tratando de familiarizarse con los caprichosos entramados de su peculiar creatividad. Es decir, el poeta debe luchar contra vallas metafísicas muy fuertes que le dificultan enormemente llegar a la verdad y a la belleza. Así, pues, la verdadera poesía jamás admitirá que el fin de un poema sea la posibilidad de un negocio social, de una comercialización de las ideas (o la imaginación) por la imagen personal.
Es útil recordar que la poesía es un apostolado, una misión misteriosa que considera sagrados e inviolables ciertos principios inherentes a la misma: la lucha contra la superficialidad (o, mejor dicho, contra la banalidad de propósito), la lucha contra el desaliño (en fondo y forma), y la lucha contra el hablar por hablar.

Creo que el poema es una herramienta única para acceder al nivel más profundamente humano del conocimiento. Me arriesgo a plantear que es el paradigma de la creatividad humana. Sin poesía no existe filosofía; sin filosofía no existe ciencia ni tecnología. Es decir, no sólo es valioso para el artista, sino también para todo hombre científico. Por poner un ejemplo: pensadores como Sigmund Freud han bebido de la poesía para alcanzar los admirables grados de sus teorías psicológicas.

De todo esto, llego a la convicción de que la poesía, en cuanto plan de vida, es la única opción para una persona que siente la necesidad de escribir poemas. Todo lo demás será una soberana forma de perder el tiempo. 

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