La belleza del lodo y de la muerte,
de la traición artera y de la intriga,
del que, una vez perdida toda suerte,
reta al arma enemiga.
En mera conjunción de los colores
y en la seda real con que se enviste,
cuando trasmite amores y dolores,
la belleza no existe.
Pero, sí, ella emerge cuando apaña
el súcubo doblez de las serpientes,
y con matices ígneos engaña
los ojos inocentes.
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