domingo, 27 de noviembre de 2022

Chasco de la casualidad


Había deambulado solo aquella noche,
singlando mar afuera
en búsqueda de islas con tesoros.

Llegué a un bar atestado
donde me aposté en una esquina
para lentamente beber mi manija de chopp.
Veía rostros bellos en la barra,
garbosas féminas con las piernas cruzadas.

Una de ellas
giraba su cabeza hacia allá y hacia acá;
parecía abarcar todo el salón
mientras tomaba a sorbos lentos su champaña.
Se visibilizó para mis ojos,
se hizo mi centro de atracción.
Y toda ella era refulgencia:
su mirada, su sonrisa, sus gestos,
y solo se borraba a cada tanto
por el humo, el gentío, las luces de colores.

Su sonrisa buscaba aquí y allá.
Hermoso rictus sobre el gel de la lujuria,
grandes senos hirientes y recónditos,
voluminosa cabellera que reía lánguida,
boca toda brillosa y húmeda
y ofreciéndose a la casualidad
de algún destino.

De pronto, la mirada
se proyectó provocativa
muy muy cerca. . . ,
muy muy cerca de mi anhelo,
para perderse luego
por el humo, el gentío, las luces de colores.