El jardinero abriga la paciencia
de aguardar sigilosamente el brote;
y la lucha frontal contra el azote
del tiempo, su labor convierte en ciencia.
Con ímpetu recoge la palabra
del verde, su matiz en la penumbra;
y con ella su percepción alumbra,
y tras las hojas su quimera labra.
En el albor, su espíritu contiene
los gravitantes pétalos del día,
el pulso del pigmento en sus colores.
Y en la luz del crepúsculo, retiene
la muda brillantez: melancolía
del alma sucumbiendo a sus rigores.
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