sábado, 19 de enero de 2019

Poema impuro

Transitarás la noche componiendo,
interrumpido tantas veces por las aves
que se te irán cayendo inertes,
y empiezas declarando: “es verano
y las estrellas cuelgan en el cielo,
donde titilan tras el farol de la luna”.
(Descripción nerudiana).
Mientras escrutas las renuentes cláusulas,
una lejana voz musita: “existe, pero
se encuentra más allá del torpe sentimiento,
más allá de la infame oscuridad del alma,
y no disipa nunca las incertidumbres del vuelo.
No arroja luz que pueda ser eternizada,
salvo unas mariposas desteñidas
que aletean en el cristal del estro".

Se cierran los archivos más fecundos
que existen en tu vieja praxis.
Se esconden todos los buenos demonios,
los duendes que hacen saltar
por los aires las dóciles palabras.
Nada vuelve al café de la mañana,
excepto ese archivo que sigue abierto
donde no eres quien te ordena escribir.
No es el timón del espíritu. Es una pala
que cava tu interior como un sepulturero,
una noche sin musa, a pura tracción sangre,
con la arritmia que produce forzar las alas.
Y obedeces el déspota mandato,
exigiendo a tu voz, entonces y aunque sea,
un vendaval de axiomas, de felices adagios,
la exhumación de honestas emociones.

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