martes, 20 de noviembre de 2018

El campesino

Llévate mi cosecha
y déjame tus semillas transgénicas
para la siembra próxima.
No protesto el interés de tus préstamos,
pues me sirven de mucho para pagar las multas
(lo más preocupante es la capitalización
de intereses sobre los intereses moratorios).

En la cocina está mi hija
esperando las ganas tuyas para desnudarse;
a ver si nos mejora el ADN,
si nos perfecciona facialmente, si nos blanquea,
si nos paga con gozo la injusticia.

Señor de las pulseras de platino:
envidio tu vida de vinos y aceitunas,
tus autos de negocios con vidrios antibalas,
tu educada manera de torcerme las tripas.

Espero tus oscuras gafas pasadas de moda,
algún reloj barato con radio y despertador,
tus zapatos gastados, cualquier regalo tecnológico
de las versiones en desuso, cualquier perfumería.
Déjame el rico aroma de tu caño de escape
y el sueño con mujeres enfundadas
en pieles de extinción.

Apodérate de cuanto codicias (incluso de mi honor).
Cuando te vayas, luego de sudar
en la parcela del maíz, no sé qué hacer
para afrontar la queja solitaria de mi azada.
¿Cómo podré mirar cuán triste crece en mi mente
la planta exuberante de la genuflexión?

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