lunes, 7 de diciembre de 2015

Elegía para un hombre bueno

Elegía para un hombre bueno
                                                                                                       A Ricard Monforte Vidal (+)


En la garganta, el nudo,
con fuerza, para siempre está apretado.
Su silencio provoca ingentes lágrimas,
sacude nuestras vidas.
Su imagen llama en el presente afónico;
la memoria prescinde de sus velos:
estampida de angustia insuperable
recorrerá nuestras sensibles venas.

Velando el foro oscuro,
ahora entorno frío,
la visión de su estampa 
de hombre magnánimo,
su final fulminante,
aumenta la terrible pena,
y hace sufrir el ser entero
en lágrima de adiós, muda y consciente.

Volverás a la vida, honorable maestro,
mil veces, pues, en las arenas,
aunque perdidos de tu voz,
como celeste cuadro,
verán nuestras miradas anhelantes
cálidos espejismos,
sublimes enseñanzas tuyas,
agudos pensamientos,
luces que estallarán intensas en la mente.

Si hemos omitido
gratitudes por causa de torpezas,
hoy el espíritu solloza aquellas sombras,
y clama que el afecto perdurable
de tu partida nos consuele.