Mil veces extraviaste en
el camino
el rumbo de la dicha;
prometiste
amarme en los reveses del
destino,
una lluvia de sol me
prometiste.
Otras veces, tu piel, en
el apego,
abrasaba la loca
fantasía,
abrasaba mi gris
melancolía
el manto de tu luz y puro
fuego.
Hoy veo en el jardín la
eterna rosa
sostenerse regada en la
frescura
de las noches serenas, la
ternura.
Pero persiste en mi
ebriedad celosa
el miedo de tenerte y no
tenerte,
el miedo a la mañana de
perderte.