viernes, 17 de julio de 2015

Federico García Lorca

I.- Al poeta en su gloria eterna

Esta noche, alma en pena,
aúllas con el aullido
de las balas asesinas,
sin mortaja y sin destino.

Regresas de los celestes
aposentos del olimpo,
como pluma desprendida
de pájaros peregrinos.

Al frío de la intemperie
y a la luna de testigo,
para cantar tus endechas
como un gitano legítimo.

En tus pérgolas morunas,
es culpa de aquel martirio
que los jazmines se duerman
eternos como el olvido.

Ah, poeta de los valles,
verdes valles granadinos:
es tu sudario la gloria
por los siglos de los siglos.



II.- A España en su eterna infamia

Pero..., ¿qué has hecho, España, con tu estirpe,
en noche de mayor melancolía,
de cantes jondos tristes, de poesía,
clavando sin piedad su corazón?

¿Cómo has hecho? y ¡cuán rápido lo hiciste!
La musa hacía rato que lloraba
sobre el cuerpo arrojado que sangraba
con la boca entreabierta en roja flor.

En qué descuido, España, te perdiste.
Las bestias embistieron los poblados,
destruyeron los códices sagrados,
desprovistos de humana compasión.

Hondas señales truncas para siempre.
Sones de viejos patios de Granada,
donde una voz exhuma emocionada
romances de pasión y eternidad.

Andalucía sufre con el mundo,
¡ay!, madre negligente, haber perdido
al hidalgo poeta, al investido,
al único aristócrata español.

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