sábado, 21 de junio de 2008

En el laberinto


Doloroso de ti,
doblado estoy sobre tu rostro sepia,
repetido en tus ojos
de los días sin verte.

Este tiempo que abate
como fiera incansable en su arrebato,
con su garra filosa,
me clava soledad en la garganta
y sangro en agonía
en el páramo triste de tus besos.

Desde el mantel bordado de la noche
la luna alarga su irradiado brazo
hasta mi rostro en sombra
y lo inunda de plata en el espejo.

Las estrellas titilan
en la gula lejana de sus brillos
apáticas a mi futilidad.

En la penumbra de mis ojos cerrados
te descubro en la risa,
escondida en el juego del desnudo,
con mis ojeras nunca cansadas de mirarte.

Ahí, en el laberinto del descuido.