¡Oh!..., héroes gloriosos; ¡ay!...,
venerados muertos
de sangrientas hazañas en
la historia,
que en columnas de bravos combatientes
apuntáis vuestras lanzas al
sin final del mundo.
Semidioses homéricos,
bellas fieras de siglos
ancestrales,
intrépidos guerreros solazándoos
en el Olimpo de la
eternidad.
Apoderaos hoy de mi
oprimido espíritu,
llenad de ira mis
fervientes ojos,
y contagiadme vuestro
mítico coraje
para rugir ante la espada
del destino.