viernes, 19 de abril de 2024

Regreso de la emoción



1

He llegado hasta aquí bastante harto de mi aliento,
de tanto correr hacia espejismos que se alejan,
de vivir bajo el mismo campanario
oyendo el mismo bronce de cancela día a día.
Mi corazón se habituó a amar fotografías
con ojos de turista paralítico: el mundo grecorromano,
la aplastante piedra removida y elevada por Sísifo,
y tantas otras huellas de la cruel soledad del hombre.
En una casa grande ya y sin hijos, harto estoy, liberto esclavo,
(sé lo que es un corral de hombres solitarios con alas),
abandonado por los ángeles que me indicaron el sendero,
practicando matanza de demonios por las noches,
donde el cuervo de Poe viene a graznar sus “¡nunca más!”,
burlándose de mi melancolía, de mi esperanza,
atizando la vacuidad de mi cuarto, de mis fantasías,
exigiendo su estatua de Palas y mi generoso albergue.


2

Estirando las piernas luego de una larga noche frente al monitor,
salgo insomne a la calle de mi barrio, a la intemperie,
para esperar los colores del sol que irrumpirá en minutos,
como un antiguo dios, sobre los árboles, entre las nubes.
«Es quizás –pienso- esta visión esplendorosa de matices
la puerta al paraíso tantas veces soñada por egipcios».
Se abren las ventanas del vecino, donde las arañas
vuelan paralizadas desde las alfombras sacudidas,
mientras en una casa en ruinas de una época lejana,
donde a oscuras hacían el amor siempre en las noches,
alumbrada por esta misma luz que resplandece,
tararea una viuda ya muerta trozos de nostálgicos boleros.
Soy esa imagen proclamando mi destino, este presente
que muy pronto será ese amor perdido en la memoria.
Soy el hombre harto que oye el nítido susurro de la vida:
voces que viajan sobre la brisa agonizante que se pierde.
En algún sitio de mi memoria rescato el deseo de vivir.
Le confieso mis impresiones con saludo y sonrisa
a cualquier transeúnte caminando hacia la parada de autobuses,
y sigo fascinado por los tornasoles del alba, donde prosigue
la luna su marcha trasnochada hacia el abismo del planeta,
con los ecos insonoros que llegan como mariposas del pasado.
Quiero cantar a voz en cuello la mañana de luz y vida
que va expandiéndose y me regresa con su destello
a la mágica calle de mi niño, a mi madre enseñándome
con su dedo índice y su rostro pegado al mío,
las últimas estrellas rutilantes y el infinito azul del cielo.


3

Estás en este mundo todavía, ante el juez impasible
que observa tus borracheras como a un criminal
liberado recientemente de la cárcel.
Hiciste viajes de cuerpo en cuerpo como las bacterias
antes de percatarte de las piadosas mentiras de juventud,
y sufriste de amor enfermo cada diez años, y a los cincuenta
te sacudió perder las gaviotas alejado de las playas del tiempo.
No te atreves a mirar las manos asesinas de tu Yo,
el espejo donde tu rostro enarbola sus paredes en ruina
Miras casi con lágrimas a ese entusiasta minero del espíritu.
Y ya no crees en Dios aunque tu madre sigue rezando por ti
y tu mujer impregna su perfume de perdón
y te invita dulcemente a envejecer juntos en la misma casa.
Ella cree que podrán vivir de su jubilación, toda vez
que el proceso natural de la vida te mate a ti primero.

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