miércoles, 19 de julio de 2023

Mi pobre árbol

En plena primavera, mustias las hojas,
abanican los sueños que se mueven
en suaves espirales en el aire.

Mi amado árbol 
(lo he visto tantas veces desde mi rutina),
que siempre me acogió con su canto de arrullos,
va perdiendo sus hojas lentamente,
con tronco enhiesto todavía,
aunque pardo por el dolor del tiempo. 

Mi compungido corazón,
hundido ya en el pozo de los días,
sospecha que son únicas las hojas que se caen, 
como únicas son mis primaveras.

Cómo duele observar en los crepúsculos
la calva copa, la memoria del verde, 
aquella sombra donde se apandillaban los pájaros.

No sé qué hacer. Lo cuido,
como se cuida a un viejo amor,
lo consiento, 
lo riego en cada amanecer;
pero el árbol, mi pobre árbol,
no para de vivir su lento adiós.

Lo impulso con recuerdos arrogantes,
lo nutro con almíbares de dichas
que emergen a tropeles del pasado;
pero el árbol, mi pobre árbol,
se muestra fatigado de habitar 
el jardín que derrocha vida y esplendor.