jueves, 19 de octubre de 2023

Claudio


Emperador del Imperio romano desde el 24 de enero
del año 41, hasta el 13 de octubre del año 54.

A Ramón Carballal


Aquí estoy, con mi grito fatigado,
en el año catorce de mi imperio,
ensalzado por muchos, infamado por pocos
(los que urdirán mi muerte).

Ciertamente, el terror continuo
me habita como la imagen
de una horda extranjera y asesina.
¿He sido un mal emperador?

Con los ojos censores de mis antepasados
subo—abrumado por mi bárbaro pavor—,
sobre mis castigados hombros,
secuelas de una Roma licenciosa.

¿Dónde se encuentra Mesalina
fraguando sus excesos?
Oigo incesante sus conspiraciones,
su dádiva carnal a los perjuros.

Los patricios escrutan las amplias galerías,
los oscuros jardines y aposentos;
huyen de mis terribles amenazas
e insobornable mal carácter.

¡Prefieren el placer con los eunucos!

Los libertinos jóvenes—¿qué fueron?—,
se esconden tras las dóricas columnas,
mientras las vírgenes abandonan sus cítaras
y ansiosas deambulan tras la cópula.

Los guardias son estatuas inmoladas
a quienes no se siente respirar.
¡Ay de mí!, si la paga no perciben a tiempo:
sus dagas se hundirán en mi esperanza.

Sufro los mil achaques de la senectud.
El veneno en mi sangre cumple la profecía,
mientras los cortesanos se deleitan
en las irreverentes danzas.

¡Angustia del poder! Con suerte llevarán
los dioses en sus brazos mi alma;
y hoy desprecio a los hombres,
la ingratitud de sus infames actos.

En mi lecho de enfermo, luego de tanta gloria,
soy el venado de la cacería,
aspiro el aire amargo de la conspiración,
sorbo el veneno de Agripina.

¡Guardias, venid! Que el más avaricioso
de los traidores del imperio apure mi partida,
apresure la infamia, y apremie la memoria
eterna —¡Claudio!—, de mi nombre.