miércoles, 31 de agosto de 2016

Travesía

Discurre el capitán (hábil marino
del noble bergantín en puerto anclado):
—Se encuentra en su bogar depositado
la expectativa de mi hostil destino.

Si la nave encallara, yo sería 
de los muelles un triste vagabundo:
beodo, miserable e iracundo,
agonizando de melancolía.

En un vuelco feliz de la fortuna
(compañera leal de antigua suerte)
ya no acongoja la insidiosa muerte
y hoy surcamos sonriéndole a la luna.

Con tesón y avería reparable
sorteamos la dura tempestad; 
nadie ha muerto (¡divina voluntad!)
en la jornada heroica, memorable.

Paroxismo de angustia es hoy pasado
de aquella dolorosa oscuridad:
fuimos presos de mística humildad
ante el miedo a la muerte y al pecado.

Sin rumbo nuestra nave en ruda hora,
enfrentada a la noche, al mar airado
de furibundas olas, ha sumado
más gloria a la leyenda que atesora.

Gracias a la virtud, la indestructible
nobleza del navío y los azares
homéricos burlados, en los mares
acrece nuestra fama de invencible.

Mientras me llega la salobre brisa
aprecio el mar, feliz en la cubierta,
pues el futuro del andar despierta
ensueños que el espíritu precisa.

Al levantar el ancla y los adioses,
al proseguir la ruta del crepúsculo,
recordaremos el terror mayúsculo.
¡Nunca desdeñaremos a los dioses!

La terrible y diabólica experiencia
nos revelaron las divinas leyes:
en el mundo jamás seremos reyes,
e imploramos ante el final clemencia.

lunes, 29 de agosto de 2016

Singamia


Esta tarde será la gran victoria
de mi locura libre de engendrarte,
gracias a ti, cascada de la selva,
oh, bulbo de mis lirios,
explosión y fusión,
la luna de Virgilio,
la Beatriz de Dante,
la Laura de Petrarca,
la Penélope de Ulises,
la Julieta de Shakespeare,
la Dafne de Apolo,
¿tal vez, tú, Poesía?

Oh, bella mariposa de mis sueños:
hoy estaré en el polen de mis ansias,
con mi delirio de crepúsculo,
triunfante de esperarte.

miércoles, 24 de agosto de 2016

Muerte camino a la laguna

En la gran comarca, la sequía
se revela en arrebato de los dioses.
Seres vivos ávidos
acuden por sed a la laguna.
Cándidos algunos
encuentran la muerte sin piedad. 

¿Qué será de ti, sediento y trágico,
débil, frágil, tras tu armaje bípedo,
revelado y ciego a la acechanza
del depredador? 

Hace tiempo el pájaro no pía.
Dos palabras son un lujo extremo
para la garganta seca. 
Solo por el páramo, 
hurgas las raíces más profundas
para la humedad que te apacigüe. 

Se agrietan los días,
taja el sol, 
cuecen las heridas supurantes,
mientras vas luchando
con demonios fieros del suicidio
que anhelan oír  
el ansia sumisa de la muerte.

Caminas,
merodeas,
tropiezas y caes, y al final
te interrogas:
“¿Qué me matará primero:
el colmillo en el cogote
o esta sed que quema el brío?”

martes, 9 de agosto de 2016

La marcha de la vida

Como un río en la lluvia, van tus horas
corriente abajo hacia el final del miedo,
con su caudal sobrepasando el lento
reposo de la sed que al alma acosa.

Como se escurre de la mano, roza
la realidad y viaja hacia el ensueño,
para hacerse memoria en el tormento
de un siempre adiós que deja vil impronta.

Vas construyendo, en los fugaces días,
los pequeños estuarios, las sentinas
que el indómito líquido almacene.

Y aunque el río desborda y te colmata,
es tanto su derroche que en la nada
su curso principal vuelca y se pierde