lunes, 30 de noviembre de 2015

Helena de Troya


Volviendo Menelao de la guerra,
le transmiten que Helena fue raptada
por los hombres de Troya. Con la espada
en alto el rey prorrumpe: “¡Cielo y tierra,

pido a Zeus acabar con los troyanos,
con París, con los míseros ilotas!
Allá estaremos con resueltas flotas
miles de combatientes espartanos.

¡Agamenón, por nuestra sangre hermana.
Oh, poderoso Aquiles. Griegos todos:
enterremos sus hombres bajo lodos!”

En tanto Helena inquiere en la lejana
Troya a los dioses dueños de su suerte:
«¿Traerán los aqueos ira y muerte?».

viernes, 20 de noviembre de 2015

Al regreso de la calma


Después de la tormenta,
al inicio de la quietud en la mañana,
sobrevivientes de la ira nocturna
hasta el amanecer desahogado,
en el trigal de la memoria,
vuelven las aves a inmortalizarse,
y el viento como soplo de los dioses
levanta el sembradío aplastado y triste.

Después de las tormentas,
las espigas del corazón al aire,
así como rodaron,
se yerguen apoyadas
una por otra.
Y tiemblan de victoria
ante el nuevo siniestro superado.

martes, 10 de noviembre de 2015

El pez


A lo largo de los ríos 
fieros anzuelos acechan;
y el pez, por siempre inexperto,
tentado por las carnadas
suculentas, las engulle. 


Remontando por placer
o para el raudo desove,
en cualquier momento cae
en la torpe tentación
y en la muerte prematura.

Entonces, yo me pregunto:
¿qué es la vida, qué es vivir:
la batalla por crecer
o la lucha cotidiana
cara a cara con la muerte?

Quizá solamente sea
la urgente reproducción
y nadar despreocupado
de los oscuros designios
de la infiel fatalidad.



miércoles, 4 de noviembre de 2015

El mayordomo de la condesa Erzsébet Báthory


En vuestro lóbrego castillo
el olor de la sangre impregna,
sangre humana gimiendo en las paredes,
las tallas de alabastro y las cortinas.

Vuestra piel revestida de cárdenos radiantes,
¿cuántas doncellas degolladas precisaron?;
¿cuántas, para llenar la tina milagrosa?;
¿y cuántas inmersiones por semana
conservan ese cutis suave,
esa piel de murciélago nonato?

Mi adorada condesa:
por una noche de lujuria en tus recámaras,
permíteme ser cómplice en tus crímenes.
 Que los cielos se apiaden de las almas
inocentes y entreguen sus lozanas vidas
y aumente tu belleza ante mis ojos
y me regales tu sonrisa roja.

La oscura noche nos apaña,
descendamos a las mazmorras
a elegir las zagalas de la orgía.
Al desnudo, tu cuerpo
bañado en sangre,
bien vale la protesta de los párrocos.

Cierra sus ojos,
levanta el cisne de su cuello y mírame
cuando, acuciado por la concupiscencia,
con la fría cuchilla le abra de oreja a oreja
para ti mi desnuda reina roja.
El cuello hendido sobre tu blanco pecho
derramará, para la gloria de toda Transilvania,
el vino de la vida a borbotones,
el vino del amor, de la belleza.
El vino de la eterna juventud.