viernes, 25 de septiembre de 2015

Dolores de la viuda


La carroza funeraria 
con lento andar va llevando
al hombre que, finalmente,
después de vil desenlace,
extenuado había muerto.

La viuda desconsolada,
sufre más por el futuro
de su propia vía crucis,
que por los gratos recuerdos
y el adiós a su marido.


martes, 22 de septiembre de 2015

Arrojado de tu cielo








Partir abatido por tu hambre rota,
traspasar la linde, el verdugo eco
de tu risa última, mártir de tu boca,
añorando lumbres de tu rojo cielo.


Cicatriz grabada por tu sed de hembra
esconde el tejido, la infame sangría
del atroz destierro —aleve condena—,
el lacrado pórtico de mi alma herida.


Marchar y sufrir el arduo destino,
abandono, noche, luna, desamor.
¿Olvidas que era tu almohada y nido mi pecho desnudo; mi hombre, tu dios?



viernes, 18 de septiembre de 2015

Paseo nocturno


La noche es plácida;
la calle, solitaria.
Dispone de la vastedad
de su dominio.

Los escaparates atesoran
los ojos curiosos de los maniquíes.
Nada perturba el vuelo errático
de las aves que abandonan sus espíritus.

La paz acumulada
dobla la cabeza en la bocacalle,
donde el policía practica su chantaje
sobre una madre prostituta.


jueves, 17 de septiembre de 2015

Habitante de raza urbana




Yo sé que pertenezco a la raza urbana,
de innegable prosapia transeúnte, con escasos ensueños
y un corazón entre dos hamburguesas con mostaza.

Amo a la reina del barrio y, en los callejones o debajo
de los viaductos, he tratado de hurtarle su guardado sexo
en el cinturón de castidad del matón de la cuadra.

Voy creciendo con los baches del asfalto,
sin pretensiones mayores que beberme una cerveza
en el bar de la esquina.
Mi padre hizo lo mismo, caray. ¿Quién podrá reponerme
la falta de cariño, te quiero con el alma?

Cuando sea muerto quiero ser mi propia meta.
Me escondo de las burlas callejeras
que buscan mi pescuezo emancipado.

No sé de cual ancestro me viene el entresijo,
la gran facilidad de convertir miseria en felpa,
el grito callejero de un borracho en trino de un jilguero,
el carajo del más fuerte en motivo filosófico,
el aviso de la televisión en un verso rápido,
la luna en un nomeolvides,
las guerras en sonetos con epígrafes,
y el miedo de morir en el mismo sofá que arrellanó mi adolescencia
en un decente matrimonio con cuatro hijos.


domingo, 13 de septiembre de 2015

Ante los lobos del espíritu

                                                  "adentrarse en el miedo del verso no nacido" (Celia Puerta)

Merodean feroces la explanada.
Me introduzco vestido de cordero,
invulnerable el corazón de acero
a la temible y ciega dentellada.    

Solo en la noche -voluntad ganada-,
soportando el tic tac del segundero,
con mi temor explícito y señero,
irrumpo al escrutar de la manada.    

Más allá del felino ardid, tozudo
voy batiendo las sucias intenciones
con mis bríos humanos como escudo.

En las sombras, los seres execrables
perciben cuán bravías decisiones
guardan mis cancerberos insondables.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Oyendo un nocturno de Chopin

Hoy es aún mi tiempo, tal vez una de las últimas noches
donde pueda oír un nocturno de Chopín.

Soy un hombre mecánico, con ritmo temporal
en mi estructura osteológica y en la función de mis arterias,
y tan sólo me resta ennoblecer los sucesos errantes de mi psiquis
por las venas con tufo a sangre accidentada,
a sueños carcomidos por la abulia,
a eternidad sin gloria,
como tristes historias de amor de drogadictos.

Crear frases cordiales para los solitarios,
y ser también como ellos un hombre nocturno
acostumbrado al coro impertinente de los grillos.
No  desangrarme más
rastreando las notas de algún violín muerto de amor.

Estoy junto a la vida, amo lo vivido,
cerca de los recuerdos —grandes blanqueadores de mi alma.
Pero pasaron muchas lunas,
y a montones apiño escombros de mi empeño,  
y se vuelven los árboles más débiles, como mi madre,
aunque la noche sigue tranquila hacia su lecho helado.

Voy cayendo a la tierra como una semilla con alas,
en búsqueda poética de hundirme en surco fértil,
y un temblor de retoño se extiende por mis ramas,
y cada día saco fuerzas de mis hojas muertas,
del crepúsculo —cofre de mis íntimos secretos.

Y en una de estas noches de brillantes estrellas
descargará el destino su furia sobre mí.

lunes, 7 de septiembre de 2015

El poema insurrecto


Siempre desciende abstracto sobre la médula del brío,
sobre el clamor del verso inexistente, sobre la súplica del estro,
sobre las teclas del ordenador, sobre el coraje,
deslizándose con el tiempo hacia el recóndito vacío.

En la eventualidad de su germinación
se observan sepultados casi siempre
todo su ritmo, con todas sus verdades,
bajo la yerma sustancia del abismo,
donde casi como la nada se percibe.
 Alguien lejano sufre. Se ahoga en su carencia;
y esa agonía de lo insulso, impone su mensaje de eutanasia
en la quimera del pasado, en la ruina del intento fallido.
Entonces el espíritu ya nada sabe de esplendores
y nada más comprende. Se nutre de codicia
atada a los residuos del talento,
y no logra sino arrear a todos los pájaros de su sueño,
agotarlos en su propia pobreza,
donde cansados van de a uno pereciendo.

No se crea la luz con voluntad,
ni en el fiero combate con las duras palabras,
ni en la exclamación vigorosa de los adjetivos,
ni en el asalto a lo sutil,
ni en la fascinación por la simbología;
menos aún,
en el extravagante grito de las metáforas.

El poema es un galope hacia el miedo de perder la cordura,
es un miedo que escucha lo que no ha dicho todavía,
es un miedo tembloroso que sigue y sigue
hacia el fuego que llama,
hacia la luz que el mismo miedo predestina.