I
Su sombra te acaricia, le niegas tu mirada.
Esta noche te acecha con hambre de infinito
por tus ensueños ya gastados en el mundo,
con el mensaje dulce de su canción perversa.
Tiene los ojos duros y despiertos, y su vagido arrumba
en la inquietud de tus lejanos mares. Taja tu piel
de par en par a todas tus heridas.
Es una madre sin piedad: —ven, hijo, ya me tienes,
acúnate en mi seno—, con manos de cadenas y su voz
de venenosa mermelada, una madre de risa negra.
En un rincón de tu habitáculo
te revela el crepúsculo del hombre,
la oscuridad que poco a poco te atribuye,
y en su abismo recoge las mágicas enjundias de tus días.
Va llevando los muebles de la casa, la dulzura del gato,
y en la contigua habitación oxida los recuerdos.
Extenuado en la noche te somete,
y una niebla inmortal recubre tu silencio,
y quién diría que en tu alma reside ya una noche inmensa,
sin astros y colmada de misterios.
II
Ay, vida,
tiembla un poco más, muéveme, desátame
en la noche doliente, en las rosas del día,
en los pájaros de mi panorama.
No me abandones. Mi alma gime cotidianeidad,
mi sangre grita por regarte,
por el verde de las futuras primaveras,
mi sangre grita como un río,
mi sangre curso
que anhela recorrer tus prados todavía.
Soledad, Noche, Hastío: deténganla hasta el alba,
no me derrote todavía; que irrumpa por mi sangre,
que penetre mi angustia, pero haced que aguarde un poco más
en mis ojos cerrados intensamente abiertos.
miércoles, 26 de septiembre de 2018
Deténganla hasta el alba
martes, 25 de septiembre de 2018
Un mar de sangre es nuestro pecho
Conozcamos
el reino sin edad,
soñemos
en una intrincada singladura
de
cartas marinas complejas,
con
el norte marino muy distante,
dejando
estelas de ultramar,
donde
rijan en las constelaciones
irrebatibles
cábalas de nuestro curso.
Se
regirá la náutica
por
el soplo de nuestros días,
con
las brújulas
de
nuestros cuerpos ateridos,
como
barcos piratas:
libre
de la voluntad de los muelles.
Del
entendimiento del mar,
de
la verdad alegre de las olas,
forjará
nuestro buque su acompasado rumbo
—bajo
la luna del recuerdo
y
la dureza de su quilla—,
hacia
la búsqueda cabal de nuestros límites.
No
pediremos a nuestro corazón
latir
con los efluvios de la eternidad,
ni
que almacene los murmullos
de
las futuras islas.
No
pediremos tregua ni quietud
ni
pájaros dormidos.
Al
corazón tan solo exigiremos
la
melodía de su música de sangre.
viernes, 7 de septiembre de 2018
La ruptura
Denegado el pedido de ordalía
degustaba el café la boca ausente.
Dijo adiós con un gesto indiferente.
En ese bar perdí mi poesía.
Herido por la atmósfera baldía
del asiento sin ella y la inclemente
ola de desazón, un impotente
abandono sostuvo mi agonía.
Recuerdo que observé con amargura,
víctima de mi error, tras los cristales
fundirse en el gentío su figura.
Y con ella perderse los momentos
de mi vida felices y esenciales:
el amor a pesar de sus tormentos.
degustaba el café la boca ausente.
Dijo adiós con un gesto indiferente.
En ese bar perdí mi poesía.
Herido por la atmósfera baldía
del asiento sin ella y la inclemente
ola de desazón, un impotente
abandono sostuvo mi agonía.
Recuerdo que observé con amargura,
víctima de mi error, tras los cristales
fundirse en el gentío su figura.
Y con ella perderse los momentos
de mi vida felices y esenciales:
el amor a pesar de sus tormentos.
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