Nunca estarás
conteste,
encadenado
a la tendencia
de inmolarte
en intrigas de la corte,
yendo por trochas
insufribles,
con el cric
repetido en las ventanas carcomidas,
comadreando
con tediosos tecnócratas del arte,
al compás
de la abulia: sabuesa de los pasos.
Recuerda que en las noches todo es júbilo:
las mujeres
se aturden de lúbricas miradas,
sus senos
palpitantes de emoción
acampanados
vibran para tus tímpanos remotos,
sus cuerpos
se desnudan sobre las blancas páginas;
y tú, vampiro
de unos cisnes a tu alcance,
sordo al
crujir de sus deseos,
persigues
espejismos en las remotas nubes.
Nunca podrás
librarte de tus nudos:
las rutas
se han poblado de fantasmas;
tus colegas,
de a poco,
cenizas son
en urnas del pasado.
Van
perdiendo tus ojos su arco iris,
el río de
la sangre va dejando de nutrir tu memoria,
y eres el
hacedor de los días hostiles,
atrapado en
la inercia de un avance ilusorio.